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Jóvenes voluntarios en una zona de drogas- CRISTÓBAL MANUEL | |
PABLO LINDE - En pleno centro de Madrid, un grupo de jóvenes que representa a la ONG ACNUR asalta
a quienes los quieran oír. Les cuentan los problemas que padecen miles
de refugiados por todo el mundo y lo fácil que es poner un granito de
arena para intentar solucionarlos: menos de 10 euros al mes. La mayoría
pasa de largo sin detenerse; otros los escuchan por educación y se
marchan sin contribuir. Pero después de un fin de semana de trabajo,
cada joven consigue convencer a alrededor de media docena de personas
para que colaboren con los refugiados. A tenor de las encuestas sobre
valores de la sociedad, si quienes estuvieran en esa calle reclutando
donativos fuesen miembros de partidos políticos, se quedarían lejos de
esa cifra. Y su éxito sería todavía mucho menor entre los jóvenes, cuyo
desapego de la política crece a pasos agigantados. Las ONG son su
referente, las instituciones más valoradas, según el informe Juventud en España 2008.
Son un medio para aprovechar su tiempo, para reconfortarse, para sentir
que hacen algo útil. Pero el tercer sector es más que eso. Dice el
sociólogo Félix Requena: "Un indicador de la salud de la democracia".
Si atendemos a los números, la salud no es mala, aunque venimos de
una tradición asociativa muy inferior a otros países de nuestro
entorno. La participación en ONG viene creciendo sin parar en los
últimos años. Las plataformas que las agrupan no tienen datos de 2008 y
puntualizan que trabajan en un sector muy fraccionado donde es difícil
hacer cálculos globales. Sin embargo, casi todas manejan cifras
parecidas: más de un millón de personas trabajan como voluntarios en
España, y alrededor de cinco millones aportan dinero en mayor o menor
cuantía a alguna ONG. Esto es algo menos que el número de personas que
van cada domingo a misa, según el último barómetro del Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS). Sin embargo, las organizaciones no
gubernamentales tienen mejor consideración que cualquier religión. Y no
sólo entre la juventud. Como apunta Ignasi Carreras, director del
Instituto de Innovación Social de Esade, diversos barómetros han ido
mostrando a lo largo de los años que estas instituciones son las que
gozan de mayor credibilidad. Sin embargo, las siglas ONG pueden
tener muchos significados. "Se atienen al mismo régimen fiscal que una
peña de fútbol y, lógicamente, no nos referimos a ellas", dice Leticia
Tierra, gerente de la Plataforma del Voluntariado. Su organización ha
puesto en marcha un observatorio que pretende ir conociendo un poco más
su propio mundo. El pasado julio publicaron un primer estudio que
permitió conocer el perfil mayoritario de quienes regalan su tiempo a
la acción social: mujer, con estudios altos y por debajo de los 45 años. Todas
las plataformas y sociólogos consultados coinciden en señalar a la
juventud como una de las esencias de las ONG. Pero también están de
acuerdo en otra realidad emergente: cada vez hay más jubilados y
prejubilados con mucho tiempo libre que no se resignan a dejar de
aportar cosas a la sociedad. En el primer estudio del observatorio de
la Plataforma del Voluntariado todavía no se nota mucho esta tendencia:
el sector que agrupa a quienes tienen desde 56 años en adelante apenas
llega al 10% del total. Sí está claramente marcada la presencia de
gente joven: casi la mitad de los hombres y más del 35% de las mujeres
que trabajan como voluntarios tienen entre 18 y 35 años. Aunque no son
cantidades homologables, la diferencia resulta significativa si se
compara la proporción del número de afiliados a los principales
partidos políticos y a sus filiales juveniles. En el PSOE no
representan ni el 5%; en el PP, algo menos del 10%. Lo cierto es
que las ONG no están exentas de un cariz político. "La ideología lo
condiciona todo", dice el sociólogo José Antonio Díaz. "Pero tanto los
de derechas como los de izquierdas pueden encontrar organizaciones
afines. Normalmente, los conservadores se irán a las ligadas a la
Iglesia, mientras que los de izquierdas buscan otras, como el
Movimiento por la Paz el Desarme y la Libertad", apostilla. Pero,
¿qué les lleva tanto a unos como a otros a dedicar su tiempo a una ONG?
Quienes trabajan en ellas no se mojan. Dicen que es difícil entrar en
motivaciones, que son muy personales. "Hay una pluralidad enorme.
Seguro que si vas preguntando, cada persona te puede dar una respuesta
diferente", dice José María Medina, presidente de la Coordinadora de
ONG para el desarrollo. Los sociólogos son más precisos. Eduardo
Bericat, catedrático de la Universidad de Sevilla estudió el estado
emocional de los jóvenes según su participación en la sociedad. Hizo
preguntas sobre si se sienten útiles, si son felices, cómo andan de
orgullo, en qué medida se aburren o se divierten. Las conclusiones
fueron claras. Aquellos que participaban en asociaciones de tipo laico
o religioso mostraban unos balances emocionales "sustancialmente más
positivos" que los demás. El propio Bericat esboza el porqué: "Las
cosas que hacemos pueden ser por motivaciones directamente
instrumentales -un trabajo por un dinero, por ejemplo-, pero también a
veces recibimos compensaciones morales. Esto sucede cuando ajustamos la
conducta a nuestros valores sociales". Como, por ejemplo, cuando
dedicamos tiempo a una ONG. "En una estructura social que deja poco
hueco para el trabajo en la juventud, que tiende a que se incorporen
muy tarde, todas estas acciones semilaborales en organizaciones
sociales son muy aptas. Favorecen experiencias vitales muy
importantes", añade. El doctor en Sociología Félix Requena apunta a factores parecidos en su libro Redes sociales y sociedad civil.
A la experiencia y los réditos emocionales, incluso profesionales, que
aportan las ONG, añade factores que configuran un tipo de compromiso
con la sociedad distinto del de hace años: "Los vínculos y obligaciones
involuntarias derivados de la clase social, la religión, la raza, son
sustituidos por otros de naturaleza más voluntaria. Ahora existe una
mayor propensión a que las personas se relacionen con quienes quieren".
Esto explicaría, en su opinión, la proliferación de voluntarios y la
disminución de vocaciones de misioneros en las iglesias. Los
voluntarios se convierten así en una especie de "nuevos misioneros a
tiempo parcial", lo que da sentido a "una vida cada vez más desprovista
de lo trascendental". "Se puede ser voluntario sin tener que aceptar el
peso de unos dogmas difíciles de entender y de llevar", añade. Esta
teoría, aplicada al conjunto de la sociedad, se acentúa especialmente
en los menores de 30 años, que dan a la religión muy poca importancia,
según el último informe del Instituto de la Juventud. La sitúan, en
este orden, por detrás de la familia, la salud, el trabajo, ganar
dinero, el tiempo libre, los estudios y el aspecto físico. Queda
aún por debajo la política. El interés por este tema ha bajado cinco
puntos, hasta el 18%, en los últimos cuatro años, según el Informe Juventud e
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