Familias guipuzcoanas y extranjeras estrenan un novedoso programa de convivencia
Fecha: 19.11.2012 | Fuente: www.noticiasdegipuzkoa.com
La iniciativa bizilagunak desborda todas las expectativas de participación. Más de un centenar de personas se suman a la propuesta, que consiste en invitar a comer en su casa a una familia
Imagen: Javo Colmenero  
Jorge Napal. Coexistimos, pero no convivimos. Gipuzkoa no despunta por su nivel de conflictividad y rechazo al extranjero, pero tampoco es un territorio donde abunde la mano tendida. Es la lectura compartida que realizan las asociaciones que trabajan con familias de inmigrantes, que se han propuesto secundar una iniciativa que, en su sencillez, reside su valía y cierto deseo de cambio.

El domingo que viene, en ese micromundo que es el hogar de cada uno, se producirán más de medio centenar de encuentros, en los que familias guipuzcoanas abrirán las puertas de su hogar a otras tantas extranjeras para invitarles a comer. O puede que sea a la inversa, que los paladares autóctonos se dejen sorprender por los sabores de otras latitudes. La invitación está abierta en un sentido u otro.

En realidad, la comida es la excusa para sentarse en torno a la mesa y charlar, conocerse, convivir. Es la primera vez que tiene lugar en Gipuzkoa una propuesta similar, que coge el testigo de una exitosa experiencia que se lleva ensayando en Chequia desde hace años. Así, el próximo domingo, además de Gipuzkoa y Chequia, tomarán parte en la misma iniciativa Portugal, Bélgica, Italia, Eslovaquia, Hungría y Malta. En suma, más de 2000 personas dispuestas a "abrir la mente y romper estereotipos".

Convivencia

El colectivo inmigrante gana presencia, pero la convivencia es otro cantar. Así lo han podido constatar desde SOS Racismo, que para dar a conocer esta iniciativa, han pateado diferentes lugares, observando en alguno de ellos, efectivamente, esa falta de comunión. "Acudes a las Escuelas Para Adultos (EPA), donde hay muchos guipuzcoanos y otros tantos extranjeros, y descubres que viven en mundos separados. No estamos hablando de una discoteca de latinos donde hay un determinado ambiente, en el que se juntan personas de un mismo país. Hablamos de espacios que podrían ser de encuentro y que, lamentablemente, no se consolidan como tales". La reflexión, de Anai-tze Agirre, integrante de SOS Racismo en Gipuzkoa, es el diagnóstico de una realidad que justifica la iniciativa Bizilagunak-La Familia de al Lado, que precisamente nace para romper esa barrera. Una propuesta para la cual ya se han apuntado más de 120 familias en el territorio, desbordando todas las previsiones de participación que manejaban inicialmente. "El cupo todavía no se ha cerrado, pero es verdad que en las últimas semanas hemos llegado a superar el tope que nos habíamos marcado", reconocen, agradecidos, desde la ONG.

Claro está, las familias que participan en el proyecto no se conocen, y para que la cordialidad y el entendimiento presidan cada encuentro, los organizadores han creado la figura de los dinamizadores, que es otra forma de participar en esta curiosa iniciativa. "Cuando me comentaron si quería tomar parte, les dije que aquí no tenía familia, y entonces me propusieron ese otro papel para que la cosa fluya", explica Alma Rosa González, nicaragüense residente en Irun, que será una de las encargadas de tender puentes entre las dos familias que le asignen.

La próxima semana comenzará a trabar contacto con cada una de ellas, que se sentarán a comer en uno de los domicilios a convenir. Ella rehuye de protagonismos. Su labor se limita a favorecer esa comunión. "Es una iniciativa muy interesante. En Gipuzkoa existen muchas culturas diferentes, y es necesario hablar para conocernos entre todos, para conseguir una verdadera integración", defiende esta maestra de formación, que trabaja en el servicio doméstico ante la falta de oportunidades para desempeñar su verdadera vocación.

Espacios de encuentro

Y si la nicaragüense Alma es dinamizadora, Lotsi Boussouf, será anfitrión, o invitado, según el reparto de papeles. Casado y con dos hijos de cuatro y nueve meses, este marroquí afincado en Errenteria se muestra convencido de que hay que perderle el miedo a la convivencia. "Hace falta más espacios de encuentro. No diré que los musulmanes estén marginados, pero sí es verdad que de alguna manera viven un poco apartados de la sociedad guipuzcoana, y hace falta una labor de aproximación para conocernos más". Esa es precisamente la motivación que ha encontrado este hombre para participar en el proyecto.

Boussouf habla de convivencia, algo que se quebró hace unos años en Iztieta, el barrio de Errenteria donde reside, convertido en un foco de conflicto, llegando a alcanzar ciertos tintes xenófobos ahora aplacados. Aquella situación dio paso a un incremento de la presencia policial y a la labor de mediación de un equipo del Gobierno Vasco. Transcurrido el tiempo, dice el marroquí que la calma ha vuelto a la zona y que "la seguridad ha mejorado". Pero la asignatura pendiente sigue estando ahí: "conocernos más".

Y qué lugar más apropiado que en torno a una mesa, con buena compañía y mejores alimentos. "No me he planteado hacer ninguna comida en concreto. Si el encuentro finalmente es en nuestra casa, quizá haga un cuscús, pero ya veremos. Lo importante es que nos sentemos a hablar, bien de religión, de cultura… en el peor de los casos de fútbol", bromea, convencido de que sirve cualquier tema "para romper la desconfianza".

La locuacidad de Boussouf, nacido en Tetuán, es un hecho confirmado después de unos minutos de conversación telefónica. Sonríe en este punto el marroquí, lanzando la posibilidad de que en su caso, quizá, no sea precisa la labor de un dinamizador para romper el hielo durante el encuentro. Aguarda el hombre el encuentro con cierto interés.

Una cita que tampoco se ha querido perder Ixiar Egiguren. Paradojas de la vida, la familia tiene un restaurante, y el marido y el hijo tendrán que cocinar, pero no para una familia extranjera sino para la banda de Hernani que ha reservado mesa. "Al final, estaré en el encuentro con mi hermana y su marido", explica esta maestra jubilada, vecina de Hernani, que inició su profesión en Perú, un país con el que ha mantenido estrechos lazos desde entonces. "Me parece una iniciativa muy sencilla, muy cercana. Quizá, a los euskaldunes nos cuesta un poco abrirnos, no somos de relación rápida. El primer contacto suele ser frío, pero luego surge una buena relación", reflexiona Egiguren, muy optimista sobre las posibilidades de éxito de la peculiar comida. "Cuando conoces a las personas, con nombre y apellidos, ya dejas de hablar de inmigrantes. Seguro que en este caso también ocurre", sostiene la hernaniarra.

De "personas", al margen de su lugar de procedencia, le gusta hablar a Pedro Urretabizkaia, que también se sentará a la mesa. Policía Municipal de profesión, miembro de SOS Racismo y presidente de la Asociación Bategite, de apoyo al colectivo inmigrante en el Goierri, Urretabizkaia es un apasionado de los viajes. "He viajado por África, por todo Latinoamérica, por muchos lugares. Y a los musulmanes que viven aquí siempre les digo lo mismo: lo importante no es Dios ni Alá, sino ayudar a los demás", confiesa él, ateo.