Leonor (Toro, 1935) acude cada mañana a la residencia de
ancianos Iturbide y «agarro a cualquiera que vaya a misa, en silla o del
brazo, y le acompaño hasta la capilla y después de vuelta hasta su
habitación».
Rosa Bergaretxe (Arrasate, 1937) invierte muchas tardes
haciendo compañía -bien de tertulia o bien jugando a cartas- a los
residentes en Iturbide y en Aretxabaleta (GSR). Alterna su tiempo entre
ambas instituciones, en las que además tiene un hermano y una hermana
respectivamente. Pero esta circunstancia familiar, puntualizaba Rosa,
«nada tiene que ver» con su voluntariado en el seno de Nagusilan.
Javi, Leonor y Rosa son tres de los 44 voluntarios que en la actualidad integran las filas de esta oenegé en Arrasate.
Diez años atrás, cuando Tomás Atxa fundó la asociación
local de Nagusilan, su nómina no llegaba a diez miembros. Fueron los
pioneros en la comarca de una asociación dedicada a «acompañar, consolar
y animar a personas mayores en situaciones de abandono, soledad o
vulnerabilidad» que ahora agrupa en su seno a 96 voluntarios
distribuidos entre Arrasate (44), Oñati (19), Bergara (16), Aretxabaleta
(11) y Eskoriatza (6).
Su actividad conjunta suma hoy alrededor de 800 horas
mensuales acompañando y animando a ancianos y enfermos de la comarca.
Residencias, hospitales, centros de día y domicilios particulares son
visitados regularmente por estos voluntarios que se esfuerzan por hacer
más llevadera la vida de las personas mayores que viven solas o tienen
problemas de movilidad. Estos voluntarios son prejubilados, jubilados,
pensionistas y amas de casa que comparten un interés común por ayudar al
prójimo al tiempo que practican lo que se viene en llamar un
"envejecimiento activo".
Principios morales o convicciones religiosas, abundante
tiempo libre y una aceptable condición física mueven a estos voluntarios
a embarcarse en Nagusilan.
Jubilado a causa de una invalidez en la vista, el
mondragonés Javi Heriz goza a sus 63 años de una envidiable condición
física. Las dos horas de dedicación semanal que Nagusilan pide a sus
miembros se le quedan muy cortas. Él dedica de 80 a 100 horas de lunes a
domingo a recorrer los bidegorris del Alto Deba empujando la silla del
anciano de turno. Sus caminatas son de antología y la gratitud que se ha
ganado entre sus paseados, imperecedera. Hasta tal punto que el día que
por algún motivo falla a la cita diaria «enseguida me preguntan a ver
dónde me había metido».
Javi Heriz comenzó a involucrarse en Nagusilan «hace ocho
años». Comenzó por acudir los viernes a la tarde hacer compañía a los
residentes en Iturbide durante la partida de bingo. No tardó en hacerse
popular, sobre todo cuando empezó a llevar bizcochos, patatas y
aceitunas para compartir.
Tomás Atxa, alma mater de la asociación, reparó pronto en
las buenas facultades físicas de Heriz y le propuso dedicarse a pasear a
ancianos en silla de ruedas. En los siete años que lleva realizando
este cometido, Heriz ha recorrido incontables kilómetros, ha descubierto
una tarea «tremendamente gratificante» y asegura que duerme como un
niño gracias a esa combinación de ejercicio físico y buena conciencia
por ayudar a quien más lo necesita.
Dos de los hombres a quienes saca a pasear diariamente
son residentes en Iturbide que apenas reciben visitas familiares. Javi
Heriz se ocupa de mitigar su soledad y su inmovilidad con largos paseos y
un rato de inmersión en la vida cotidiana. «Les llevó conmigo al
mercado, a hacer compras, y lo que más aprecian es recuperar esa
relación humana que se deriva de cruzarse y saludarse con amigos y
conocidos, en definitiva verse reconocido y recordado» recalcaba Heriz.
Estas salidas son tan gratificantes para el que va en la
silla como para quien la empuja. Javi Heriz destacaba la satisfacción
íntima que le produce propiciar a esos ratos de felicidad ajena. «Lo más
importante es tener voluntad; que haya menos egoísmo, materialismo e
individualismo» rogaba.
En los tiempos de crisis que corren la gente es «más
consciente de la necesidad de ayuda mutua» señalaba Tomás Otxoa. Un
cambio de signo a favor de la solidaridad y de la fraternidad que llega
tras unos años de opulencia en que el «voluntariado social acusó un
importante declive» explicaba el fundador de Nagusilan en Arrasate.
Balance «muy positivo»
Tras diez años de actividad, y un balance «muy positivo»,
Atxa apuntaba que la necesidad de incorporar nuevos voluntarios no
cesa.
El relevo interno en la propia asociación y el aumento de
la población de personas mayores requiere de más voluntarios para
atenderlos. «Es muy bonito cumplir 100 años, y ojalá que cada vez llegue
más gente, pero las necesidades de atención y cuidados derivados de
problemas de soledad, inmovilidad... también se incrementarán de igual
forma». Por eso es tan importante la labor de Nagusilan, cuya actividad
sufragan los ayuntamientos de la comarca y la oficina de La Caixa en
Arrasate. La entidad tiene su sede social en los locales municipales
sitos en Arrasate Pasealekua, 3 bajo, teléfono 943 250990 y e-mail
nagusilanarrasate@hotmail.com.