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Fran, junto a una familia limeña en 2006. Fran, en una fiesta con los vecinos de Manchay. | |
DV. Fue en Manchay, una caótica
barriada de 40.000 personas a las afueras de Lima, donde Fran Lozano
descubrió el verdadero corazón de su empresa. Ocurrió en octubre de
2006, en un colegio que atendía a niños con deficiencias, en mitad de
un paisaje árido, encajonado entre casetas de madera y adobe, apenas
cuatro calles asfaltadas, sin luz eléctrica ni agua corriente y toda
las carencias imaginables. Fran, que trabaja en el departamento de
compras del grupo Eroski, cuenta que «fue todo un puntazo» la
oportunidad que le brindaron sus jefes para desplazarse hasta Perú
durante tres semanas de sus vacaciones de verano y colaborar con la
oenegé Federación Niños del Mundo. «No todas las empresas gastan su
dinero, y mucho menos su tiempo, en coordinar este tipo de proyectos»,
reconoce este gallego de 37 años que reside en Eibar desde hace siete
Son todavía una minoría las compañías que desarrollan
políticas de acción social, pero algo empieza a moverse en las tripas
del mundo empresarial, más allá de los ceros que pintan sus cuentas a
final de año. Como respuesta a la actual metamorfosis económica,
resurge «con renovada fuerza» el paradigma de la responsabilidad social
corporativa, el conjunto de prácticas, estrategias y sistemas de
gestión orientados a la labor social, al apoyo a la comunidad, asegura
Carlos Vidal-Quadras, responsable del programa de voluntariado de la
Obra Social La Caixa, una de las primeras firmas en España en promover
esta política entre sus empleados en el año 2000. «Hay que replantearse
el papel que juega la empresa en la sociedad del siglo XXI. El criterio
último del éxito empresarial es crear proyectos que contribuyan a una
nueva sociedad», se dice en la Guía para promover el voluntariado desde la empresa, que la entidad editó en 2006, y que hoy ya han recibido 20.000 firmas de toda España
Es en ese contexto de cambio donde emerge el
voluntariado empresarial. En La Caixa pueden presumir de estrategia:
2.800 empleados (el 10% de la plantilla), familiares y jubilados de la
compañía se han involucrado en los proyectos solidarios que promueven a
través de acuerdos con ONG locales. La red de voluntarios la componen
45 asociaciones repartidas por todas las comunidades autónomas.
Funcionan de forma independiente, bajo el paraguas económico de la Obra
Social: son los voluntarios quienes deciden qué servicios ofrecer en
sus horas de tiempo libre, desde clases de informática hasta organizar
campeonatos de fútbol en barrios desfavorecidos, o atender a personas
sin hogar y apoyar la integración de los inmigrantes. En Euskadi, por
ejemplo, visitan las ciberaulas instaladas en los hospitales, unos
espacios donde los chavales ingresados pueden utilizar internet, jugar
con el ordenador o relacionarse a través de la red. «Intentamos
ponérselo fácil a aquellos trabajadores con inquietudes solidarias. Les
ofrecemos financiación, les asesoramos y contactamos con las ONG»,
apostilla Vidal-Quadras, quien, cuando su agenda se lo permite, echa un
cable a una entidad social en temas administrativos.
Récord de peticione
En Eroski, otra de las empresas implicadas en el
voluntariado, contactaron hace cuatro años con la oenegé Federación
Niños del Mundo para poner en marcha el programa solidario, que «ha
calado entre los empleados», afirma Begoña Larrañaga, responsable del
área de Acción Social. Este año se ha batido récord con más de
doscientas solicitudes para participar en alguno de los dos proyectos
en Latinoamérica, el de Manchay en Perú y un segundo en el Altiplano
boliviano, aunque por cuestiones de organización sólo podrán acceder
una quincena de empleados, incluidos tres oftalmólogos de la firma.
También colaborarán otros ochenta empleados en tareas medioambientales,
a través de programas de recuperación en cinco parques nacionales:
Doñana, las Tablas de Daimiel, el Delta del Ebro, las marismas de
Santoña y el Alto Tajo de Guadalajara. «Queremos aprovechar el
conocimiento de nuestros empleados para profesionalizar más la ayuda»,
precisa Larrañaga
Fran tendrá que ceder este año su plaza para que otro
compañero pueda vivir la experiencia en Manchay, pero ha conseguido
reunir el dinero suficiente para volver por su cuenta en enero. «Cuando
me apunté lo hice porque siempre había querido involucrarme en algo.
Eroski me dio la oportunidad y la aproveché. En Perú me enseñaron a
recuperar los valores que aquí hemos perdido. Desde luego que recibí
mucho más de lo que yo pude dar. El choque fue tan brutal que volví al
año siguiente para agradecer todo lo que me habían aportado y ahora
quiero regresar para ser testigo de lo que se está haciendo con toda la
ayuda»
A Fran, ese gusanillo del que siempre hablan los
voluntarios, le «picó en serio». Tanto que cuando regresó de su primera
estancia en Perú organizó una tienda solidaria con productos de
artesanía que se había traído en el equipaje y con la que consiguió
reunir unos 5.000 euros. No contento con ese botín,
enganchó a sus amigos para crear un sistema de becas con el que el que
costear la educación de una veintena de chavales de Manchay. Cada uno
de los socios paga 15 euros al mes, que son enviados
hasta Perú. «Tener allí una escuela para niños discapacitados es todo
un lujo, aunque las condiciones no sean las mejores. Lo que más
necesitan son profesores, porque de educación especial hay muy pocos y
los que hay abandonan Manchay para ir a lugares mejores», cuenta Fran,
que anima a las empresas a sumarse a este tipo de actividades. «Todas
deberían hacer algo así, deberían estar obligadas a destinar parte de
sus beneficios a obras sociales», reivindica
Para involucrarse no hace falta ser una multinacional o
una gran compañía. «No es cuestión de tamaño, sino de voluntad»,
confirma Vidal-Quadras, de La Caixa. «No hacen falta grandes
presupuestos, en muchos casos no es cuestión de dinero, sólo de
organización y de motivación. Nuestros activos más preciados son las
personas, y hay que aprovecharlas». El voluntariado empresarial,
expresa con rotundidad, es «una excelente opción estratégica», que
beneficia a la empresa, a sus empleados y a las entidades con las que
colaboran, logrando un «vínculo muy fuerte» que perdura a largo plazo.
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