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Un grupo de voluntarios con enfermos en la peregrinación a Lourdes. /LOBO ALTUNA | |
Unos dan parte de su tiempo haciendo más amena la
soledad de los ancianos, algunos colaboran en alguna entidad deportiva
de forma altruista y hay quien no duda en viajar a otro continente y
ponerse manos a la obra sobre el terreno, en un proyecto de ayuda al
desarrollo. Otros trabajan como hormiguitas los 365 días del año.
Piden
subvenciones, colocan carteles, movilizan al resto y no faltan a
ninguna reunión ni cuando están enfermos. Si las entidades sin ánimo de
lucro de Gipuzkoa, sean de ayuda al desarrollo o de otro ámbito social,
requieren siempre para su funcionamiento de la colaboración
desinteresada de los ciudadanos, igual de necesario es el «relevo
generacional» de los «voluntarios más comprometidos».
Alrededor de 20.000 guipuzcoanos realizan algún tipo de
labor de voluntariado, según los datos que maneja Gizalde, el servicio
impulsado por la Diputación de Gipuzkoa, Caja Laboral y Hezkide Eskola
que se ocupa de relacionar entidades sociales con personas que se
interesan por este tipo de colaboración altruista (desde monitores de
tiempo libre, cooperantes, voluntarios de organizaciones deportivas,
personas involucradas en parroquias...).
Muchos de estos voluntarios trabajan en el centenar de
organizaciones para el desarrollo (ONGD) que se reparten por todo el
territorio. Según recuerda Silvia Carballo, responsable de la
secretaría técnica de la delegación en Gipuzkoa de la Coordinadora de
ONGD de Euskadi, «hay voluntarios que se acercan una vez al año y otros
que tienen un compromiso más estable». En su opinión, «hace falta un
relevo generacional» de ese perfil de voluntario que «lleva mucho
tiempo en la ONGD y realiza una labor impresionante».
Según cuenta, en la coordinadora de ONGD estos días
reciben «muchas peticiones» de jóvenes que quieren irse de cooperante
al terreno, «algo que es muy atractivo y exótico. Pero para lo que es
el trabajo aquí, el duro, el del día a día, de pegar carteles, de
organizar charlas y sensibilizar a la población hay menos gente porque,
quizás, no es tan agradecido. Hay quien lleva mil años haciéndolo y a
la que habría que hacerle un monumento».
Ander Larrea, técnico de Gizalde, recibe cada día la
llamada y la visita de guipuzcoanos interesados en hacerse voluntarios,
a quienes deriva a una entidad sin ánimo de lucro. En los diez años que
lleva funcionando Gizalde, Larrea también ha notado un cambio en el
«compromiso» de los nuevos. «Antes el voluntariado era más militante,
más comprometido por una causa o por unos ideales. Ahora, en cambio, se
entiende más como una forma de pasar el tiempo o relacionarse con la
gente».
En su trato con las entidades sociales, a menudo ha
recibido la queja de «voluntarios que dicen que se van haciendo mayores
y que no hay gente dispuesta a coger las riendas de la organización».
Según los datos que maneja Gizalde, el perfil del
voluntario guipuzcoano es sobre todo mujer (el 65%) y, hasta hace poco,
jóvenes de entre 20 y 30 años. «Ahora la edad ha aumentado. Junto a los
jovénes estudiantes, hay personas mayores, jubilados, que se interesan
un poco más. El margen de edad de 35 a 55 años, por el trabajo y los
hijos, tiene más dificultades para compaginar el voluntariado con las
obligaciones que tienen». Larrea asegura que a los jubilados «les tira
más colaborar en la ayuda a personas mayores». Los jóvenes se decantan
más «por la cooperación al desarrollo».
En este campo, en el de las ONGD, el perfil del
voluntario es muy similar. Hay más mujeres que hombres. Eso sí, en una
«tendencia hacia la profesionalización» de las entidades, «curiosamente
los asalariados de las ONGD son más hombres que mujeres», afirma Silvia
Carballo.
A pesar de que el trabajo de las entidades de
cooperación al desarrollo se profesionaliza paulatinamente, lo cierto
es que Gipuzkoa «se mantiene a un nivel de voluntariado mayor que en
Vizcaya y Álava». También, a diferencia del resto de territorios
vascos, donde las entidades se concentran en las capitales, las ONGD de
Gipuzkoa se reparten por todo el territorio. La mayoría son entidades
pequeñas que funcionan sólo con voluntariado. Otras tienen un
trabajador y las más grandes tienen cinco empleados.
En cuanto a la financiación, la mayoría mantiene una
«excesiva dependencia de las ayudas públicas». Las ONGD se esfuerzan en
conseguir fondos propios vía socios, rifas, venta de productos de
comercio justo. «Poco a poco hay quien aplica técnicas de marketing,
aunque no todas las entidades lo ven bien», afirma Carballo.
Sea como fuere, la transparencia de las ONGD guipuzcona
es una seña de identidad. «La financiación pública está muy controlada
y prácticamente todas las entidades realizan auditorías anuales y
publican sus cuentas».
El trabajo de las ONGD se centra en la cooperación al
desarrollo -fundamentalmente en Centro América y América Latina-,
aunque en los últimos tiempos está creciendo el peso de la labor de
«sensibilización de la ciudadanía de aquí».
«Hacen falta voluntarios»
Tanto desde Gizalde como desde la Coordinadora de ONGD
recuerdan los guipuzcoanos que «la mayoría de entidades que tienen
programas con voluntariado -deporte, sociales, familia, discapacitados,
inmigración, desarrollo- están necesitados de gente».
Carballo, de la coordinadora de ONGD, pide a los
guipuzcoanos una implicación de «más allá de hacerse socio y dar un
dinerito al mes. Intentamos que la gente participe y se implique».
jmvelasco
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