Las carreras sociales denuncian que aún no se valora su especialización
Fecha: 01.02.2005 | Fuente: elmundouniversidad
Pese a la complejidad de la sociedad española siguen sufriendo el intrusismo, el abuso del voluntariado y la precariedad
 

A la hora de salir al mercado laboral, los estudiantes de Educación y Trabajo Social se encuentran con una paradoja que, probablemente, no tiene equivalente en ninguna otra titulación: hay una clara preocupación por los retos que plantea la enorme complejidad de la sociedad española actual y, sin embargo, no se encomienda su solución a profesionales con formación universitaria, sino al voluntariado.

Las estadísticas hablan por sí solas. En España residen tres millones de inmigrantes, hay 1.500.000 parados, 7.000.000 de personas mayores de 65 años, 37.000 denuncias de malos tratos a mujeres por parte de sus parejas en 2004, un 8,5% de jóvenes de entre 14 y 18 años que declararon haber consumido cocaína ese mismo año y un 42% que hizo lo propio sobre el cannabis...

VOLUNTARIADO. Pese a estas cifras, el voluntarismo sigue predominando. Según el estudio El tercer sector social en España, elaborado por Víctor Pérez-Díaz y Joaquín López, catedrático y profesor de Sociología de la Complutense, respectivamente, en este área sólo hay trabajo remunerado para unas 200.000 personas, pero la cifra de voluntarios asciende a 734.000.

«A los educadores sociales nos parece lamentable que exista un voluntariado profesional ejercido por personas que tienen una formación especializada», critica Héctor de Andrés, miembro de la Asociación de Educadores sociales de Madrid y alumno de la diplomatura.

Personalmente, no deja de sorprenderle los numerosos carteles que se cuelgan en su Facultad solicitando voluntarios: «¿Alguien concebiría que se pidieran en una Escuela de Aparejadores?»

Según De Andrés, el principal problema que afecta a los titulados de esta diplomatura creada en 1991 es el de la precariedad. «Hay trabajo, pero está mal remunerado y suele ser temporal, porque está ligado a proyectos que se renuevan cada año», expone este estudiante.

Similares parámetros apunta David Ventura, miembro de la Ejecutiva del Colegio de Educadores y Educadores Sociales de Cataluña (CEESC): «Hay retos sociales cada vez mayores y pensamos que buena parte de ellos deberían ser abordados desde la profesionalización en lugar del voluntarismo». Ventura advierte a los políticos y a muchos de sus colegas de que para solucionar retos sociales como integrar a los inmigrantes son necesarias «políticas a largo plazo que requieren mayor inversión y paciencia».

La realidad arroja unas circunstancias bien diferentes: «Aunque cada vez la sociedad valora más nuestra especialización, la atención a estos temas en los presupuestos públicos suele ser residual y vinculada a proyectos anuales, lo que genera una enorme inestabilidad», lamenta. No obstante, Ventura lo atribuye a que, debido a su juventud, «la profesión aún no está suficientemente asentada en España».

TRABAJO SOCIAL. Los diplomados de Trabajo Social, que existe como tal carrera desde 1981, padecen algo menos ese desprecio a su perfil profesional. Así lo afirma, al menos, el director de la Escuela Universitaria de Trabajo Social de Huelva, Octavio Vázquez. «Nuestros titulados obtienen un creciente reconocimiento para su capacitación profesional y la aportación que realizan al bienestar general», plantea, «lo que se plasma en la proliferación de servicios de proximidad, unidades de atención familiar...»

Desde esta perspectiva optimista, Vázquez considera que «no existe incompatibilidad, sino complementariedad, entre el trabajo social y el voluntariado». Sí admite que «la gran disparidad que existe entre los sueldos más o menos altos de quienes trabajan para las administraciones públicas y los que están en situación precaria y mal pagados».


LA POSIBILIDAD DE FUNDIRSE EN UN GRADO

Tanto los educadores como los trabajadores sociales han aprovechado la coyuntura de la adaptación de carreras al Espacio Europeo de la Educación Superior para solicitar y, al parecer, conseguir, el paso de diplomatura a grado, con las ventajas que ello supondría. «Con un título de diplomado no se puede acceder a niveles altos de responsabilidad como dirigir unos servicios sociales o un centro cívico, mientras que el grado implicaría un mayor reconocimiento académico», plantea Octavio Vázquez. A su juicio, también sería necesario crear «un posgrado que sirva para profundizar y consolidar la formación adquirida».

Idéntico panorama se presenta para los educadores sociales, aunque David Ventura no se muestra partidario de que el nuevo grado se acercara a los 240 créditos sino, más bien, a los 180. «Es preferible una carrera que no entre en muchas peculiaridades porque la realidad es demasiado cambiante y exige una formación contínua».

Al parecer, se planteó la posibilidad de fundir Educación y Trabajo social en un sólo grado, dada la indefinición de sus fronteras, pero el Ministerio de Educación y Ciencia se mostró contrario al proyecto.

JUANJO BECERRA

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