Los mayores se vuelcan con el voluntariado y evitan el declive de este sector
Fecha: 12.03.2012 | Fuente: www.deia.com
Los veteranos han sustituido a los jóvenes en las asociaciones y representan casi la mitad de la "plantilla".
Imagen de archivo de las instalaciones del Banco de Alimentos en Bizkaia, donde buena parte de los voluntarios pertenecen al segmento poblacional de mayor edad. (Luis Gómez)  

La históricamente llamada tercera edad ha roto los esquemas en Euskadi para convertirse en el referente del voluntariado. El asociacionismo vasco ha dejado de ser un movimiento juvenil por el creciente protagonismo de los más mayores que constituyen casi la mitad de esta plantilla de altruistas. Estas personas se muestran dispuestas a transformar los estereotipos que dibujan una existencia apacible y monótona. "Ven cómo está la sociedad y no se resignan a estar de brazos cruzados dándose paseos, cuidando a los nietos o viendo obras", destaca Natxo Arnaiz, director de Bolunta, la agencia de voluntariado en la que también está implicada la Diputación Foral de Bizkaia.

La participación social de este colectivo se ha disparado en menos de una década al incrementar en 15 puntos su presencia en las asociaciones. Así, desde 2004 su representación en el voluntariado ha pasado de un 33% a un 48%. De hecho, los mayores de 60 años son el colectivo más numeroso, aportando un tercio de voluntarios seguido con el 16% por los que superan los cincuenta. En el extremo opuesto se sitúan los jóvenes, con un 19% de voluntarios menores de 30 años.

Los veteranos han salido al rescate del voluntariado vasco preservando su implantación social, que ronda el 11% de la población, una cifra consolidada desde hace años. "Sin la incorporación de los mayores hubiera habido un retroceso en el movimiento asociativo", reconoce Arnaiz. De hecho, la iniciación al voluntariado en Euskadi se retrasa al final de la juventud, sobre los 32 años. Para este especialista, el protagonismo de la tercera edad refleja el auge del colectivo.

"Esta etapa se vive de manera diferente porque los mayores cada vez se sienten más jóvenes en el espíritu y en el físico. Se están atreviendo a participar más en un sector que se consideraba de jóvenes", señala. En este sentido, Arnaiz destaca la estabilidad que aportan los mayores al movimiento asociativo. Entre las ventajas, sobresale una disponibilidad, inasumible para los jóvenes. "Disponen de tiempo y no tienen cargas familiares", resume.

Por contra, los jóvenes voluntarios están condicionados por su precario estilo de vida que aboca al abandono a casi la mitad de ellos por motivos laborales o de estudios y familiares. El desempleo tampoco ha propiciado una mayor presencia de los jóvenes en este periodo de crisis, tal y como certifica Arnaiz. En este caso, asegura que el voluntariado juvenil no ha servido de refugio para los parados de larga duración, como ocurrió en la década de los años ochenta.

Compromiso La implicación de los veteranos contribuye a la extensión del voluntariado vasco que, de promedio, se prolonga más de una década en casi la mitad de los casos. Este mismo compromiso se refleja en el trabajo global de los voluntarios cuya mayoría de miembros aporta hasta tres horas semanales y establece una vinculación continuada con las asociaciones.

No obstante, Arnaiz alerta sobre las dificultades de algunas organizaciones de incorporar a los voluntarios veteranos. "Tienen un funcionamiento más informal y los mayores necesitan una organización y una planificación porque les da seguridad", señala. De hecho, al margen de la disponibilidad, los mayores aportan una experiencia inalcanzable para las generaciones de menor edad. A este respecto, el director de Bolunta destaca su capacidad en las tareas administrativas. "Muchos tienen una trayectoria muy vinculada con la gestión, se manejan bien haciendo proyectos y solicitando subvenciones", indica.

Sin embargo, más allá del perfil formativo, Arnaiz destaca el compromiso social de los veteranos. "Los mayores tienen acuñado en su ADN los valores comunitarios que han perdido fuerza", apunta. A este respecto, advierte sobre el creciente individualismo de la sociedad. "Compartir está en desuso. El modelo que trata de consolidarse es el que nos hace mirar nuestro ombligo lo primero", lamenta.

En este contexto, censura el carácter acomodado desarrollado en el Estado del Bienestar. "Se ha producido cierto aburguesamiento. La gente pensaba que ya estaba todo hecho y que bastaba con pagar impuestos", señala. Por este motivo, reclama una mayor conciencia crítica: "Hemos descuidado el desarrollo social. El bienestar no solo depende de los recursos públicos, sino de la actitud ciudadana".

Por este motivo, se muestra esperanzado por el activismo generado por el fenómeno del 15-M: "Ha unido a gente muy militante con personas que nunca habían movido un dedo". Arnaiz aventura que este espíritu de protesta beneficiará a medio plazo al voluntariado por la movilización generada entre los jóvenes. "Va a propiciar una mayor voluntad de participación", pronostica.

En el contexto actual, no oculta su preocupación por la sugerencia de activar un voluntariado obligatorio formado por desempleados para favorecer los servicios públicos. "Echaría por tierra el prestigio de las últimas décadas cuando no se confundía al voluntario con mano de obra barata", concluye.