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Prejubilados en acción- C. ÁLVAREZ | |
Tiene una carrera profesional consolidada, ha trabajado durante años en
su empresa y su puesto aparentemente no peligra, pero un día, sin
previo aviso, le ofrecen amablemente dejar su empleo. Está a punto de
engrosar el colectivo en el que ya resulta mayor para seguir con su
empleo y demasiado joven para dejarlo: los prejubilados. Todavía pueden
aportar mucho a la sociedad y cada vez son más conscientes de ello. El
asociacionismo y el voluntariado de los mayores de 50 años se extienden
entre quienes buscan un nuevo hueco en la sociedad. Y con las
restructuraciones empresariales propiciadas por la crisis económica,
cada vez son más las personas que se encuentran en esta situación.
Existen cientos de formas de afrontar la prejubilación. Tantas como
prejubilados. Pero hay varios patrones comunes, según varios estudios.
La primera reacción suele ser una sensación de inutilidad. El empleado
se pregunta por qué le dejan de lado, se cree un estorbo y, ya sea por
estas impresiones o por coacciones de la empresa más o menos sutiles,
acaba casi siempre aceptando la prejubilación. "La voluntariedad es una
falacia. Te atienes a ello porque sabes que es la mejor forma de irte",
asegura Manuel Doblado, presidente de la Asociación Independiente de
Prejubilados y Jubilados del Sector Financiero (Jubiqué).Una vez
que el empleado ha abandonado su trabajo puede sentir incluso cierta
euforia; no tiene obligaciones ni engorros laborales, está en unas
vacaciones permanentes. Pero esos dos términos no casan, si son
infinitas dejan de ser vacaciones y al cabo del tiempo, semanas, meses
o años, se da cuenta de que tiene que hacer algo para llenar el resto
de su vida. El éxito de su prejubilación radicará en cómo consiga
hacerlo. Podrá convertirla en una etapa positiva, más aún, productiva,
o de desdicha, que en ocasiones termina incluso con el suicidio. Carlos
Alcober, profesor de Psicología Social de la Universidad Rey Juan
Carlos asegura que la mayor dificultad para el prejubilado es responder
todas las mañanas a una pregunta: "¿Qué hago hoy?". Roberto
Peraza contestaba esta cuestión en los primeros días de su
prejubilación gracias a su nieta. La llevaba cada mañana al colegio y
llenaba el resto de la jornada entre paseos y naturaleza. Pero después
de apenas un mes se dio cuenta de que podía hacer algo más y decidió
unirse a Cáritas en Tenerife, donde llegó a ser director de la
organización. En un artículo en un periódico local escribía: "Cuando a
veces oigo la expresión "aquí, matando el tiempo", para expresar
realmente que no tenemos nada que hacer, se me revuelve el estómago
pues entiendo que el tiempo no hay que matarlo, perderlo o verlo pasar.
En mi opinión, el tiempo es para vivirlo". Como él, cada día más
personas responden a la pregunta de qué hacer hoy mediante las
organizaciones no gubernamentales (ONG). Los responsables de las
principales plataformas que las agrupan coinciden en señalar el auge de
los mayores de 50 años entre sus afiliados más activos. La Plataforma
del Voluntariado hizo un estudio de cuál era el perfil de las personas
que colaboran en este ámbito. Aunque de momento el volumen de quienes
superan los 56 años es sólo de un 10%, su gerente, Lucía Tierra,
asegura que la tendencia es al alza. Este perfil, dice, suele ocupar
huecos donde los jóvenes no participan tanto, como el cuidado a
mayores. "Es frecuente que se dediquen a formas de voluntariado más
tradicionales, pero que son igualmente necesarias", añade. El
catedrático de sociología de la Universidad de Sevilla Eduardo Bericat
coincide en señalar la nueva tendencia de la participación social de
las personas maduras: "Son empleados expulsados de los mercados de
trabajo cuando aún tienen expectativas de vivir 25 años más, y algunos
de ellos están muy cualificados". Amparo Valcarce, secretaria de Estado
de Acción Social se suma a ellos y recalca que la imagen de los jóvenes
en las ONG es la más extendida, pero no es ni mucho menos la única que
la sociedad debe ver. Para Luis Martín, prejubilado de Alcatel,
hay dos opciones: "O te dedicas a dar paseítos o te metes en alguna
asociación y haces una vida activa". Él eligió lo segundo y hoy es
presidente de la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados (UPD).
Recomiendan a todos en su situación que sigan un camino parecido al
suyo. Es lo que hizo hace diez años Javier del Pozo, un prejubilado de
Telefónica que se dio pronto cuenta de que no podía permanecer en casa
todos los días. Se metió en la Fundación Vicente Ferrer e hizo de todo.
"Desde controlar algunas cuentas hasta llevar papeles al Ayuntamiento.
Entre eso y unas clases de Historia del Arte, tenía todo el día
ocupado", explica. Con el mismo espíritu, desde hace nueve años
la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (Ceoma) promueve
el voluntariado en el proyecto Madurez Vital. Su responsable, el
sociólogo José de las Heras, recomienda mucha reflexión a quien se le
plantea la posibilidad de la prejubilación: "Hay que tener en cuenta
que el retiro será para el resto de la vida, no conviene precipitarse.
Tu teléfono no va a volver a sonar. Salvo casos muy excepcionales, es
una tontería eso de que cada jubilado es una biblioteca que se quema.
Detrás llega gente con otras formas de trabajar que te sustituye". Una
vez dado el paso, "lo importante es que no cambiemos el trabajo diario
por una aparente comodidad, porque más tarde o más temprano llegará la
necesidad de hacer algo". Por eso piensa que el retirado debe ser
activo, tiene que poner en marcha proyectos y unirse a colectivos que
le interesen. "De lo contrario nos van arrinconando de muy buenas
maneras. Nos dicen que somos muy importantes y nos dan viajes baratos.
Pero no se trata de eso, hay que luchar por una madurez activa",
reivindica De las Heras. En el programa orientan la actividad en
función de las características de cada persona. Lo primero es tener las
necesidades económicas cubiertas, "de lo contrario va a ser difícil que
se quiera volcar en otros proyectos", matiza de las Heras. Si es así,
las actividades varían en función de la salud o el entorno en el que
viva la persona retirada. Es muy distinto lo que se puede hacer en una
gran ciudad o en el campo. Sea como fuere, Heras recomienda tomar como
referencia el título de un libro en el que está trabajando: La empresa de envejecer.
"Esto es lo importante, que la actividad que hagamos sea como una
empresa en actividad creciente, con un papel que se cotice", concluye. El
espacio de las ONG de acción social es uno de los que cuentan con mayor
presencia de jubilados y prejubilados. El presidente de la plataforma
que las agrupa, Juan Lara, está retirado. Explica que Cáritas o Cruz
Roja se nutren en buena parte de personas como él, que cuentan con el
suficiente tiempo para labores como repartir raciones en un comedor
social. Pero también se van incorporando a otras ONG con un perfil más
juvenil, como confirma José Manuel Areces, portavoz de
Microvoluntarios. Esta organización conecta a través de Internet a
otras ONG con personas que quieren ayudarles. Otra manera de
mantener la actividad es la de las asociaciones de prejubilados. Las
hay tanto de sectores donde la fórmula de la prejubilación es
frecuente, como la banca, como de empresas concretas que suelen usar
esta fórmula. Telefónica es uno de los ejemplos más claros. Su
propuesta de prejubilaciones baja hasta los 48 años. "Se puede dar la
circunstancia de retirarte con menos tiempo trabajado del que te
quedaría si te jubilases a los 65", reflexiona el presidente UPD. El
responsable de la Asociación de Prejubilados de Telefónica (APT),
Mariano Chicharro, matiza que son muy pocos los que se acogen al retiro
anticipado a los 48. En su organización sólo hay dos afiliados de esta
edad. Para ellos y sus otros 1.200 socios, la APT orga
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