Enganchados a la ayuda
Fecha: 27.06.2007 | Fuente: www.diariodenavarra.es
Ocho voluntarios de Proyecto Hombre relatan sus experiencias con los drogodependientes de La Rioja. Cuando dieron el primer paso para acercarse a Proyecto Hombre, todos tenían un buen motivo: unos habían sufrido el drama de la droga en sus familias; otros, voluntarios vocacionales o atraídos por la religión, querían ampliar su experiencia; algunos, incluso, veían que el voluntariado podía abrirles las puertas a un trabajo en el campo de la Psicología o del Trabajo Social
Pedro, José, Charo, Divina, Paquita, Marisa, Yolanda y Almudena, en la sede de Proyecto Hombre. / E. D. R.  
A. SOTO/LOGROÑO
 
Pero una vez puesto el pie en Proyecto Hombre, todos se han encontrado con una razón más importante que cualquier otra: se sienten realizados, felices de poder dar cariño y recibir la gratitud de unos enfermos que se aferran a ellos y a sus familias como tablas de salvación. «Recibes mucho más de lo que das», resume Charo, que, con 15 años en la entidad, ha convertido el voluntariado en una «filosofía de vida». «Vine pidiendo auxilio y me encontré con gente que me entiende y me respeta. Para mí, el voluntariado es ahora una droga», sostiene Yolanda.

«Son unos chicos muy buenos», continúa Paquita, otra veterana de la asociación, con un bagaje de ocho años. Desde su atalaya, Paquita ha contemplado el cambio social de los drogodependientes, del "yonki" con chándal brillante a personas «como tú y como yo». «Antes venían hechos una porquería», cuenta. Y ante este panorama, los voluntarios de Proyecto Hombre se encargaban de limpiarlos, cambiarles de ropa, acompañarles en el piso de acogida e incluso les abrían las puertas de sus propias casas para que no pasaran solos las navidades o los fines de semana, como recuerda Divina, 13 años en la "oenegé".

La situación de los adictos ya no es tan desesperada, aparentemente, pero continúan necesitando ayuda. «Muchos comienzan a sufrir la secuelas de la maldita sustancia con enfermedades como la bipolaridad o la esquizofrenia», asegura Marian. La media de edad de los atendidos se encuentra entre los 25 y los 35 años, aunque los más jóvenes apenas llegan a los 19. «Antes, los de menos edad tenían 28», agrega Marian.

«Para las familias, es un descubrimiento el servicio de voluntariado de Proyecto Hombre», relata el director de la entidad, Pedro Gil. Que un enfermo pueda pasar unas horas semanales fuera del ámbito de su hogar descarga a padres y madres, «que pueden dedicar esos ratos a ellos mismos», cuenta Gil. Actualmente, la "oenegé" cuenta con 42 voluntarios en Logroño, Calahorra o Pradejón, entre otros lugares, aunque las puertas de Proyecto están abiertas a más participantes.

Acompañar al adicto

Entre las labores encomendadas, los voluntarios se encargan de acompañar a los drogodependientes al banco, o al médico, o a la mutua, con el objetivo de que no se sientan solos en su vuelta a la normalidad. Los más jóvenes, además, «apadrinan» a los chicos de su edad: los llevan al cine, o a una exposición, o los sacan a tomar un café. «Se dan cuenta de que se pueden divertir sin drogas», explica Marisa, una voluntaria que cumple once años en el Programa de Jóvenes.

«Con el voluntariado, ellos aprenden que el dinero no lo es todo», prosigue José, también miembro del Programa de Jóvenes; «te preguntan: ¿pero cómo puedes hacer esto gratis? No lo entienden, pero cuando les explicas que el voluntario obtiene grandes satisfacciones, descubren que existen cosas más importantes que el dinero». La pregunta se repite. «¿Por qué hacéis esto?», le dijeron a Marian. Después de pensarlo unos segundos, esta mujer respondió: «¿Porque quiero que recuperéis vuestra dignidad!». En la misma línea, Almudena reconoce que, cinco años después de que entrara en Proyecto Hombre, continúa de voluntaria porque se siente «muy a gusto». «He conocido gente con la que he trabado amistad. Me han abierto los ojos: en las drogas puede caer cualquiera», subraya.

URLs relacionadas